Le pagan por andar en bici y recorre toda la CDMX a mil por hora

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9:32. No hay hora para empezar a pedalear. Desde ayer Areli sabía que tenía que ir a Coapa a hacer una entrega.

A esta hora ya está rodando por Las Torres cuando un mensaje de Joaquín, el despachador de TIG Bicimensajería, le pide desviarse a Mixcoac por un envío para entregar en Olivar del Padre

Cuando eres bicimensajera, que te cambien la jugada solo le agrega adrenalina a tu día.

Incluso cuando te cancelan a punto de llegar al sitio de entrega. Ella prefiere verlo como kilómetros sumados a su velocímetro interno.

A Areli le emociona acumularlos. Según Strava (la app de seguimiento de carreras y récords) esta semana sólo lleva 89 km, que sumados a todos los del año dan un total 7 mil 713 km.

Ya podría haber cruzado medio continente, pero lo suyo es andar entre autos, meterse en glorietas, fluir por las venas cochambrosas y sinuosas de la ciudad.

10:28 En su Nishiki ‘Sake’ cruza veloz el tramo Universidad-Felix Cuevas-Revolución.

No es lejos, pero la subidita de Molinos la mata. Areli odia las pendientes, se considera mala escaladora y le sufre.

Ya ni modo. Inspira profundamente, se levanta del sillín y pedalea con toda las fuerza de sus piernas.

Cuando hay que subir a San Jerónimo, Padierna, Lomas o San Bernabé ni como quejarse. No hay aliento. Llega sudando a recoger el paquete pero con un ‘trapazo’ en la cara queda como nueva, fresca y sonriente.

Siempre le sorprende cómo queda su toalla bien negra.  No quiere saber cómo están sus pulmones.

Ojalá la gente se animara más a salir en bicicleta. Pedalea de bajada, debe frenar, hay un kínder, eso significa muchas mamás apuradas que se avientan para cruzar la calle o permanecen en doble fila y son impredecibles.

Pero más que al peatón ansioso, Areli teme a los ecobicistas que no saben convivir al lado de un coche, dudan, tiemblan inseguros y son peligrosos.

Vienen en sentido contrario, se suben a la banquetas, traen audífonos, son el gran porcentaje de los malos ciclistas.

En cambio con algunos repartidores de pollo o carne, se cuadra, aunque le avienten ‘lámina’. A veces los sigue ‘porque ellos sí se las sándwich’.

12:54 Entrega en Olivar del Padre. Pedalea por Insurgentes y rodea Ciudad Universitaria. Boleto directo a Coapa.

Otro WhatsApp: recolección en la calle de Selva. Un pequeño desvío por el paquete que debe entregarse en Lomas de Virreyes. No importa. Sobra tiempo para ir de Cafetales a Culhuacán.

“AreliMaps” despliega en su mente ejes viales, kilómetros, tiempos de traslado, semáforos fundidos, baches.

Es el punto azul en un mapa 3D y al pestañear aparecen atajos. Qué gusto cuando deja las ansias de los conductores atrás. ¡Adiós papá!

Cómo me convertí en bicimensajera

En realidad llevo poco tiempo bicimensajeando. Voy para dos años.

Entré por una cuestión muy rara, yo soy productora audiovisual y salí de trabajar de una compañía pensando en la idea de freelancear.

Siempre he hecho publicidad, pero el medio es muy cerrado y se comenzó complicar.

Un amigo me habló y me dijo: Are, tú rolas bien, ¿no te interesa echarme la mano repartiendo comida? Y dije: ¡Qué chistoso que me paguen por andar en bici. Sí, voy a  probar!

En publicidad trabajé con una persona con un nivel de estrés muy alto al grado que trataba muy mal a sus empleados y a todo el mundo.

Y ahí me cayó el veinte, pensé ¿Vas a trabajar así y volverte algún día como él?  Y dije no.

Cuando ya probaste la libertad de la calle te das cuenta de que es de alto riesgo, pero no se compara a lo peligroso que puede llegar a ser estar en un escritorio.

Conozco más amigos con parálisis faciales, estas cosas de estrés, colitis, apendicitis, en mi caso una gastritis severa, pero a que a bicimensajeros con esos achaques o accidentes.

Aquí soy muy sweet, muy girly, pero afuera soy bien malhablada. Si vamos conviviendo no tienes por qué pelearte con un auto.  

Tienes que tener conciencia de los dos, no hay porque alebrestarse. Me enoja mucho los que no ponen direccionales, hay automovilistas que desde que ves cómo toman el volante sabes que no manejan bien.

Hay veces que uno comete cosas que no debería: meterte a una avenida sin fijarte bien, cambiarte de carril, a veces tenemos que abrirnos hasta tercer o cuarto carril en Tlalpan.

También si no estás atento y golpeas un espejo, pues es tu culpa y debemos respetar.

No tiene que haber ciclovías, no deberían existir. Las calles se pueden convivir, compartir.

La ciudad no se diseñó para andar en coche, ni siquiera en bici, creció a lo menso. Ahora hay que aprender a convivir.

Entes peligrosos de la calle

14:30 Sale de Culhuacán a Lomas de Virreyes. Rodará por Eje 3 -Troncoso-Baja California- Monterrey – Reforma. Va demasiado rápido cuando entra a la avenida.

Una mujer en camioneta le pita histérica el claxon y le pinta dedo. Cuando la alcanza, le avienta la camioneta y le grita ‘¡Estás loca!’  Ok, no entró de la manera correcta pero no era para aventarte el coche.

En su ranking de entes peligrosos primero están las mujeres en camioneta, luego los taxistas de la tercera edad y luego los nacocarros.

¡Aléjate de ellos ya! Le dice su sexto sentido. Trata de ser tolerante con los ancianos que se ponen nerviosos al manejar junto a un ciclista y con los Uber, que siempre van viendo el teléfono porque no saben dónde están.

Con este código implacable se ha salvado de accidentes graves, aunque hace una semana le abrieron la puerta y si no fuera por la bolsa de entrega –un enorme bulto de lona que vacía pesa siete kilos– no la cuenta. El riesgo es el mejor entrenamiento para los reflejos.

15:45  Tendrá que volver a la Del Valle. Hay tres entregas por el rumbo. No está mal. Areli recibe el 70 por ciento del costo del envío en un pago mensual. Lo completa trabajando en una casa productora lunes y martes. Ha logrado un equilibrio perfecto en su vida, como cuando pedalea sin manos o cuando va a la Frikiplaza con su hija adolescente y de pronto ella la besa y le dice orgullosa: ‘Ma, eres muy kawai, medio freak, pero te quiero’. Es el mejor cumplido.

17:30 Hora de comer. Sus entregas han terminado por hoy. En el restaurante Sprint de Eje 5 y Nicolás San Juan ordena una pasta y un cheese cake. Sin remordimientos disfruta la dosis de carbohidratos y proteínas que la mantiene rodando. Apenas se reconoce. Areli, antes con sobrepeso tiene ahora 15 kilos menos y no oculta ya su poderoso físico. Viste de shorts de likra negros con chaleco de mezclilla, playeras holgadas sin mangas, gorra y guantes. Como ella misma dice, está vestida para sudar.